De pronto decide mirar por la ventana. Una lluvia copiosa y triste lo insta a seguir tocando su chelo, pero esta vez, quiso dejar de lado las sonatas y allegros de Brahms para lograr la inmersión absoluta en los adagios de Shumann. Es que esas melodías no dejan cabos sueltos... pensaba mientras tocaba; en fin, los sentimientos lo abrumaban y ya era muy tarde, la dicha de enamorarse constituía sólo un épico matiz novelesco. El movimiento mantenía la cordura y la melancolía colmaba la melodía, pero un silencio tímido y afligido irrumpió en la dinámica. Eso le recordó aquella tarde en donde la intriga por verla era asfixiante, pero esa congoja cesó al contemplarla de lejos y al observarla acercándose desde Pueyrredón, dando paso de esta manera, a una paz inminente que reformaba el aspecto de las nubes, impulsando el deseo apacible, el maldito amor, excusa de locuras sin sentidos e insanas desdichas.
Un abrazo jadeante fluye por sus afectos y rodea la esencia de ella. El corazón en esos instantes se mantenía quieto, pero su cariño dilucidó todos los misterios que aquejaron el difuso viaje. En ese bus sólo habían quedado incólumes incertidumbre e inquietudes... manifestadas expresamente a través de lamentos sosegados y sollozos lagrimones. El tiempo en el asiento se detenía cada vez más y el paisaje resolvía apremiar las emociones, con cierta gratitud se liberó y le agradó a la noche que lo acercaba más y más a su destino, al destino de aquella bailarina de caricaturas.
Ahora, detiene toda afrenta por reencontrarse con las reminiscencias. El tabaco comienza a urgar en sus pulmones y así, exhala una reflexión cándida, blanca y satisfecha. Sólo las gotas dudan de su existencia, dado que el presente prohibe que el corazón de aquel adagio alcance el ritmo de un rondó... no sabe si desfigurar su aspecto, no sabe si aventurarse de nuevo, sólo le queda su música y su recuerdo, sus silencios y un cigarrillo. Una flor enterrada en su jardín devuelve sus fragmentos y craquela sus malestares, pero ésta, siempre seguirá rodeada de un espacio borroso y carcomido por un llanto: una melodía que para sus adentros siempre interpretará.
miércoles, 20 de junio de 2007
lunes, 11 de junio de 2007
Una silla empujada
Cae la tarde en un posado de cúmlos desfragmentados, un naranjo cubierto de morado invade los contornos suscitados en esa plaza, donde la gente va y viene, cabizbajos, inundados de presiones y responsabilidades, sin paz ni calma. No es el caso de Nicolás, quien permanecía situado en una banca totalmente desdeñada por los años, por la plusvalía y sus adeptos, así estaba este hombre, quien poco a poco se torna aletargado por lo inmundo, por las reminicencias y por los infintos afanes afectivos trastocados por lo más obscuro: lo más difícil.
Con la ayuda de la naturaleza se sumerge en un mundo distinto, carcomido por la intriga pero no exento de paz y tranquilidad. Es así, como comienza un relato introspectivo desbordante, una senda inmensa ....
Clamo por ti, ahora, en este mismo momento !!! - le gritaba al Destino - ven a devolverme la paz, ven, te lo exigo !!!.
De pronto se acerca un hombre con una delicuecencia estética considerable, con ojos alicaídos y pelo largo, enredado, sucio por lo demás, este, era un simple vagabundo que detenía su lento caminar. Con ímpetu mira de reojos a Nicolás y le pregunta con flaqueado fervor - ¿querías verme? -. Nicolás reprime su aspecto, y no podía creer que él estaba a su lado; le pregunta enseguida: ¿por qué la vida no tiene sentido, por qué nunca no la ha tenido?. El hombre le responde que esto no era una interrogante ni una respuesta, que simplemente el sentido de la vida constituye una búsqueda sustentadas por el nosé, por la incertidumbre y las ambivalencias. Que este además, se encauza sólo cuando separamos nuestro ser de esta caparazón infectada de superficialidades y vicios, es por ello que la transición hacia otra vida es la única que determinará tu sentido vital y exudará el resultado de tu viaje espiritual.
Nicolás le pregunta de vuelta: ¿ por qué nunca me has favorecido, qué es lo que he hecho para merecer infinitos contextos plagados de sin sabores, desventuras y tormentos?. Es que en realidad, ya no lo puedo evitar y termino siempre gritando para mis adentros: ¡¡ maldita la fracción en que nací, maldigo el genesis que da forma a este universo aminorado en sombras y destellos sin forma, sin entendimientos y razones egoístas !!.
El hombre le responde sosegado, pasivo en sus vicisitudes, que el paso de este túnel no es fácil, que a veces sólo bastaba con avanzar con mayor rapidez de aquellas situaciones que nos mortifican y nos alojan con celeridad una cantidad de pesadumbres y aflicciónes mitigantes... el hombre respira, cesa en sí mismo y se sienta pausadamente al lado de Nicolás. Poteriormente, lo mira penetrantemente y logra la inmersión absoluta en sus profundidades... y así, continúa explicándole, que lo que pasaba era que su corazón se encontraba cabizbajo, le decía: tú has despercidiado cordura y estabilidad en retrasar los ciclos temporales, por eso que no has encontrado tu ritmo ni tu sonoridad natural, por eso tu dirección no se encuentra enderezada; cúbrete de la espontaniedad, báñate con el fluir del viento y encandílate con el fulgor del atardecer, dado que de esta manera, saldrá la primavera en todos los escondrijos y en los acertijos: en los más dispersos de tu ser.
Sin maneras ni complejos, el hombre abraza y se concatena en lo más sensitivo de Nicolás y le muestra en un par de segundos, la verdadera gravedad del entorno y desaparece con presteza.
Nicolás siente que retorna a su real posición y también decide dejar la conversa. Se da cuenta que todo sigue como antes, pero sonaba un vals esta vez, con características peculiares, en donde las flautas dialogaban con los violines, las trompetas aumentaban la intensidad junto al redoble de la caja, con dinámicas carentes de grandes intervalos y melodías mayores, llenas de esperanza y luminosidad. Pero al respirar de nuevo sintió nuevamente esa desazón en el aire, esa sensación de que ya le quedaba tan poco, que nunca, nunca más va a poder detener, ni armonizar su temporal: nunca cesará de agonizar en sin sentidos y perdiciones. Nicolás regresó a casa.
La mañana siguiente, el día despertó olvidándolo. En su pieza no quedaba más que un techo melancólico, una silla empujada y enterrada en el suelo, la cual lloraba con vigor aplastante y las paredes, gemían de dolor, desesperadas, perturbadas por la horripilante escena... fue un sesgo de dicotomías lo que lo impulsaron a desafiar la vida, y no quedó nada, nunca sabremos que fue aquello que la transición le tenía deparado; sólo quedó una cuerda que rodeaba su cuello congelado y pintado de carmín: todo apestaba a muerte, todo... todo.
Con la ayuda de la naturaleza se sumerge en un mundo distinto, carcomido por la intriga pero no exento de paz y tranquilidad. Es así, como comienza un relato introspectivo desbordante, una senda inmensa ....
Clamo por ti, ahora, en este mismo momento !!! - le gritaba al Destino - ven a devolverme la paz, ven, te lo exigo !!!.
De pronto se acerca un hombre con una delicuecencia estética considerable, con ojos alicaídos y pelo largo, enredado, sucio por lo demás, este, era un simple vagabundo que detenía su lento caminar. Con ímpetu mira de reojos a Nicolás y le pregunta con flaqueado fervor - ¿querías verme? -. Nicolás reprime su aspecto, y no podía creer que él estaba a su lado; le pregunta enseguida: ¿por qué la vida no tiene sentido, por qué nunca no la ha tenido?. El hombre le responde que esto no era una interrogante ni una respuesta, que simplemente el sentido de la vida constituye una búsqueda sustentadas por el nosé, por la incertidumbre y las ambivalencias. Que este además, se encauza sólo cuando separamos nuestro ser de esta caparazón infectada de superficialidades y vicios, es por ello que la transición hacia otra vida es la única que determinará tu sentido vital y exudará el resultado de tu viaje espiritual.
Nicolás le pregunta de vuelta: ¿ por qué nunca me has favorecido, qué es lo que he hecho para merecer infinitos contextos plagados de sin sabores, desventuras y tormentos?. Es que en realidad, ya no lo puedo evitar y termino siempre gritando para mis adentros: ¡¡ maldita la fracción en que nací, maldigo el genesis que da forma a este universo aminorado en sombras y destellos sin forma, sin entendimientos y razones egoístas !!.
El hombre le responde sosegado, pasivo en sus vicisitudes, que el paso de este túnel no es fácil, que a veces sólo bastaba con avanzar con mayor rapidez de aquellas situaciones que nos mortifican y nos alojan con celeridad una cantidad de pesadumbres y aflicciónes mitigantes... el hombre respira, cesa en sí mismo y se sienta pausadamente al lado de Nicolás. Poteriormente, lo mira penetrantemente y logra la inmersión absoluta en sus profundidades... y así, continúa explicándole, que lo que pasaba era que su corazón se encontraba cabizbajo, le decía: tú has despercidiado cordura y estabilidad en retrasar los ciclos temporales, por eso que no has encontrado tu ritmo ni tu sonoridad natural, por eso tu dirección no se encuentra enderezada; cúbrete de la espontaniedad, báñate con el fluir del viento y encandílate con el fulgor del atardecer, dado que de esta manera, saldrá la primavera en todos los escondrijos y en los acertijos: en los más dispersos de tu ser.
Sin maneras ni complejos, el hombre abraza y se concatena en lo más sensitivo de Nicolás y le muestra en un par de segundos, la verdadera gravedad del entorno y desaparece con presteza.
Nicolás siente que retorna a su real posición y también decide dejar la conversa. Se da cuenta que todo sigue como antes, pero sonaba un vals esta vez, con características peculiares, en donde las flautas dialogaban con los violines, las trompetas aumentaban la intensidad junto al redoble de la caja, con dinámicas carentes de grandes intervalos y melodías mayores, llenas de esperanza y luminosidad. Pero al respirar de nuevo sintió nuevamente esa desazón en el aire, esa sensación de que ya le quedaba tan poco, que nunca, nunca más va a poder detener, ni armonizar su temporal: nunca cesará de agonizar en sin sentidos y perdiciones. Nicolás regresó a casa.
La mañana siguiente, el día despertó olvidándolo. En su pieza no quedaba más que un techo melancólico, una silla empujada y enterrada en el suelo, la cual lloraba con vigor aplastante y las paredes, gemían de dolor, desesperadas, perturbadas por la horripilante escena... fue un sesgo de dicotomías lo que lo impulsaron a desafiar la vida, y no quedó nada, nunca sabremos que fue aquello que la transición le tenía deparado; sólo quedó una cuerda que rodeaba su cuello congelado y pintado de carmín: todo apestaba a muerte, todo... todo.
domingo, 10 de junio de 2007
"El Borrador"
En la penumbra de su sombra, reposa con latente indolencia. Cansado combatía contra un ocio vacío y, fatigado, sollozaba hasta la más última de sus razones. Es que todos esos años anacrónicos y grises fueron en vano, por que su existencia no merecía mayor realce, sólo un vago recuerdo; el cual, junto a todos esos próceres que gozaron con la utilidad que él ofrecía, están vitalmente muertos: enterrados en una soledad agónica. Su vejez va mitigando su permutación de personalidades, sólo una actitud es la que profesa ahora, ya que todos los momentos terminaron por darle forma a una manera de ser que lo mueve en espacios de nostalgia, subiendo con esplendor y bajando con desazón por aquel pizarrón que clamaba su intervención, que objetaba su pedante sosiego, que cuestionaba su pasado, tiempos que hoy lo acechan de sobremanera.
La evolución de su niñez admitió la confianza de la Señora Clara, quien junto a su esposo, el aclamado y respetado inspector Vicente iban recorriendo su entorno, impregnando el contexto de gritos, instrucciones, golpes y dádivas trasnochadas de sabiduría; mientras que josesito, era castigado en una esquina como todas las semanas. Este niño ya no entiende con palabras, merece ser expulsado - exclamaba la Señora Clara - y rezongaba, gruñía, era una exacerbación desbocada. Por mientras, Él absorvía toda la impronta y, atribulado como siempre, callaba tímido. Josesito ya había sido advertido una infinidad de veces, pero inisitía en ser el artífice de las grandes trifulcas, no vacilaba jamás en dejar de ser coherente con su esencia, esa que lo llevaba poco a poco a conocer su inexorable destino.
La montaña ayer amaneció tosca, sin belleza ni clamor y Él, ya pregonaba para sus adentros la desventura venidera, continuando como era habitual con su tarea de deshacer todo aquello que estaba plasmado en todos, legando un sin fin de abismos imperecederos, recogiendo las pocas cenizas de la luz tenue y obervando detalladamente las expresiones del inspector Vicente, cuyo afán comenzaba a ser tomado en serio por el mismo, pero su conciencia lo atemorizaba pudorosamente ante la tentación de vivir en paz.
Hoy la montaña amaneció secretiva y se mostraba sutilmente: con poco vigor. Será para mejor - insistía el inspector Vicente - pero si es un niño - afirmaba la señora Clara, que dudaba y cuestionaba las consecuencias. Él, siempre pensó que debería haber ayudado, por que el recuerdo de ese acontecimiento perduraba y le producía insomnio todas las noches. Clama por olvidar eso, exige un retroceso, de una buena vez.
Al pasar el día, la montaña comenzaba a sumergirse con inminente celeridad, en una angustia excelsa y absoluta. Josesito acude a la sala donde era puesto en su lugar, pero esta vez extrañamente la puerta se cierra con llave. El inspector se cuestiona, pero continúa con determinación en su senda, encauzada por el odio, exudando un aura oscura que hacía evidente un gran desiquilibrio. Así, proseguía en maniatar suavemente al niño, en una lentísima tortura le quitaba fibra a fibra sus últimos restos de libertad. Josesito fingía indiferencia y que nada le era nuevo, pero un desconcierto lo descolocaba: las manos del inspector se posaron alrededor de su cuello. La ingenua sonrisa desapareció y raudamente pensaba en su madre y su hermanito, los cuales después de algunos minutos no pudo ver más.
Él sabía la verdad, aquella que todos ocultaron en sus corazones. Él siempre pensó que debería haber hecho algo, pero su naturaleza no se lo permitió, insistía enérgicamente en considerar que la justicia estaba en sus manos. La divinidad no le dejó ninguna posibilidad de acción, ni acometida... y seguía pensando que debería haber hecho, nosé, alguna cosa, por más remota que haya sido, esta era una reflexión que lo inundaba en su eternidad y mirando la montaña siempre pensaba y pensaba en eso, en borrar el momento: en borrarlo todo.
La evolución de su niñez admitió la confianza de la Señora Clara, quien junto a su esposo, el aclamado y respetado inspector Vicente iban recorriendo su entorno, impregnando el contexto de gritos, instrucciones, golpes y dádivas trasnochadas de sabiduría; mientras que josesito, era castigado en una esquina como todas las semanas. Este niño ya no entiende con palabras, merece ser expulsado - exclamaba la Señora Clara - y rezongaba, gruñía, era una exacerbación desbocada. Por mientras, Él absorvía toda la impronta y, atribulado como siempre, callaba tímido. Josesito ya había sido advertido una infinidad de veces, pero inisitía en ser el artífice de las grandes trifulcas, no vacilaba jamás en dejar de ser coherente con su esencia, esa que lo llevaba poco a poco a conocer su inexorable destino.
La montaña ayer amaneció tosca, sin belleza ni clamor y Él, ya pregonaba para sus adentros la desventura venidera, continuando como era habitual con su tarea de deshacer todo aquello que estaba plasmado en todos, legando un sin fin de abismos imperecederos, recogiendo las pocas cenizas de la luz tenue y obervando detalladamente las expresiones del inspector Vicente, cuyo afán comenzaba a ser tomado en serio por el mismo, pero su conciencia lo atemorizaba pudorosamente ante la tentación de vivir en paz.
Hoy la montaña amaneció secretiva y se mostraba sutilmente: con poco vigor. Será para mejor - insistía el inspector Vicente - pero si es un niño - afirmaba la señora Clara, que dudaba y cuestionaba las consecuencias. Él, siempre pensó que debería haber ayudado, por que el recuerdo de ese acontecimiento perduraba y le producía insomnio todas las noches. Clama por olvidar eso, exige un retroceso, de una buena vez.
Al pasar el día, la montaña comenzaba a sumergirse con inminente celeridad, en una angustia excelsa y absoluta. Josesito acude a la sala donde era puesto en su lugar, pero esta vez extrañamente la puerta se cierra con llave. El inspector se cuestiona, pero continúa con determinación en su senda, encauzada por el odio, exudando un aura oscura que hacía evidente un gran desiquilibrio. Así, proseguía en maniatar suavemente al niño, en una lentísima tortura le quitaba fibra a fibra sus últimos restos de libertad. Josesito fingía indiferencia y que nada le era nuevo, pero un desconcierto lo descolocaba: las manos del inspector se posaron alrededor de su cuello. La ingenua sonrisa desapareció y raudamente pensaba en su madre y su hermanito, los cuales después de algunos minutos no pudo ver más.
Él sabía la verdad, aquella que todos ocultaron en sus corazones. Él siempre pensó que debería haber hecho algo, pero su naturaleza no se lo permitió, insistía enérgicamente en considerar que la justicia estaba en sus manos. La divinidad no le dejó ninguna posibilidad de acción, ni acometida... y seguía pensando que debería haber hecho, nosé, alguna cosa, por más remota que haya sido, esta era una reflexión que lo inundaba en su eternidad y mirando la montaña siempre pensaba y pensaba en eso, en borrar el momento: en borrarlo todo.
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