El terremoto nos desbarató por completo, destruyó nuestras casas, edificios y sobre todo nuestra moral. Moral que se vio desquebrajada aún más, por una parte de la sociedad chilena que dio cuenta evidente de su verdadero ser: vimos como grandes conglomerados de personas que aprovechándose del caos traumático de la población, se dedicaron a saquear, kioscos, supermercados y tiendas; maniatar casas, poblaciones, servicentros, farmacias y cuarteles de bomberos, a gritar falsas alarmas de tsunamis para que la gente arranque a los cerros y así con la ciudad solitaria y a sus expensas, saciar sus apetito delictivo. Es así, como queda en evidencia el lado oscuro de un país, un Chile colmado de resentimiento social producto de la aterradora desigualdad de nos invade, que nace de forma persistente y considerable. Sin embargo, esto también nos releva una verdad triste y consistente sobre nuestra ética.
Al ver las primeras imágenes de saqueos en los medios me dio la sensación de estar frente a una gran revelación de individualismo. Cada uno parecía velando por "su propio ombligo", como dice el argot popular. Esto claramente, es una consecuencia casi proyectable de aquellos valores sociales que se nos han impuesto y que se promueven en nuestro país, valores fomentados en los colegios, universidades y medios de comunicación: el éxito y la ambición como forma de superioridad, el oportunismo competitivo y el consumismo como elemento de status. Si durante mucho tiempo se nos ha enseñado a vislumbrar la sociedad con desconfianza y se nos ha instituido vivir al tenor de estos valores, es muy esperable que cuando el control social y el estado queda anulado por culpa de fuerzas exógenas como en este caso lo fue el megasismo, salieran muchas personas con afanes individualistas pero amparados cobardemente en lo colectivo para llevar a cabo sus más sombriós caprichos.
Es verdad, mientras unos honestamente se preocupaban de buscar agua, comida o pañales para repartirlos entre sus familiares y vecinos desabastecidos, producto de los rumores de una oportunidad, otros, aprovechaban empedernidos en obtener lo que siempre han querido y no han podido tener, como por ejemplo el famoso plasma o lavadora.
Cómo la moral de un país, que se mostraba como ejemplar ante la comunidad internacional, se ve tan empobrecida por este tipo de actitudes. La autoridad ahora debe tomarse enserio estos síntomas, educando e informando a la población sobre aquello que es éticamente correcto. Los valores también deben venir de los procesos de socialización primera y secundaria, es decir, de la familia y de los colegios respectivamente, para poder establecer metas progresivas de readaptación y rehabilitación social, unirse y cohesionarse emocionalmente con la familia, valorar el estar vivo y darles menor importancia a los bienes materiales, y, junto con eso, imprimirle un sentido a la vida actual y futura.
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